9 de enero de 2012

“¿Quien es mejor que Messi?”



Por Martín Carzo

Pep Guardiola respondió en rueda de prensa repreguntando esto a los medios presentes. Ocurrió hace aproximadamente un año cuando fue consultado sobre la terna blaugrana en disputa por el Balón de Oro que, a la postre, se lo llevaría la Pulga por segundo año consecutivo.

Fue una más de las tantas frases que el entrenador del F.C. Barcelona arrojó sobre la perla que tiene el equipo Culé y que planea disfrutar durante largos años, pero que no deja de graficar lo que representa Lionel Messi para el futbol mundial.

Es que para el oriundo de la zona sur de nuestra ciudad pareciera que no existen límites algunos en cuanto a números, títulos, goles, y estadísticas. Sin embargo, la mayor virtud de este zurdo eléctrico y voraz es haber logrado que el mundo del futbol perdiese capacidad de asombro cuando el toca la pelota. “Todos dicen: ‘Otro gol de Messi’. Pero mira como lo ha hecho” fue otra de las frases del técnico blaugrana que grafica algo tan simple como el hecho de habernos (mal)acostumbrado a ver golazos de Lionel. De todos los colores y formas, individuales apiladas monumentales, o lujosas y pacientes jugadas colectivas. Y este es uno de los grandes méritos de la Pulga.

Años atrás comprendí que me maravillaba ver el gol de volea que Zinedine Zidane marcó en la final de la Champions League frente al Bayern Leverkusen porque sabía que el francés “había querido hacer lo que hizo”. No fue casualidad. No fue solo una volea alta ejecutada por un jugador con su pierna “inhábil”, fue el resultado de lo que pasó por la cabeza de Zizou apenas el balón partió del botín de Roberto Carlos, fue la definición de un tipo al que no le costaba nada entenderse con la pelota, y en el que la frase “le dio con la de palo” no calificaba, ya que el termino ambidiestro quedaba corto a la hora de definirlo.

Hoy, a casi 10 años de aquella final, el mundo cada vez se arrodilla mas ante su nuevo rey. El que logra ese efecto que solo los elegidos logran cuando ejecutan alguna de sus maldades: dejar perplejo sin sorprender. Uno sabe que cuando Messi toma el balón, es capaz de hacer lo que quiere, entonces la pregunta si la jugada terminará en algo o se diluirá no existe, y la duda pasa por otro lado: ¿definirá el mismo la jugada? ¿o asistirá al compañero menos pensado y, a la vez, mejor ubicado para que se llene la boca de gol? No solo es merito de él. El Barsa “utiliza” a Lionel para que su electricidad dañe en los últimos 30 metros, o para que esa mutación hacia un jugador completo que está evidenciando en este último año y medio, le permita quebrar mediocampos superpoblados y meter el pase entrelíneas que nadie vio, para dejar a algún compañero de cara al arquero.

Hoy, también a mas de 10 años de su llegada al Futbol Club Barcelona, nos preguntamos que hubiese pasado si este fuera de serie se hubiese quedado en nuestro Newell’s. Por ahora, me consuela el pensar que probablemente durante los años oscuros de la Lepra, Lionel no hubiese llegado a explotar como lo hizo siendo entrenado a la orilla del Mediterráneo. También me consuela la idea esperanzadora que alguna vez volverá al Parque para desparramar rivales con la Diez rojinegra de la misma forma que lo hacía en las canchitas de Malvinas.

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