31 de enero de 2012

Clásico y moderno


Por Martín Carzo

Cae la noche del 1800 y comienza a asomarse el sol de un nuevo siglo. Junto a el, la ciudad alberga un nuevo pasatiempo con ribetes pasionales y marginales. Gritos, ruidos, quejas y empujones se mezclan con alegría y deportividad en el patio de un Colegio a orillas del Rio Paraná. Un reglamento en un idioma foráneo y una pelota que distaba mucho a la utilizada en los deportes aristocráticos de la época herían a fuego la sensibilidad incrédula de una minoría acomodada y daba lugar a los primeros pasos (y pases) de un deporte novedoso. El Futbol tiraba su ancla en Rosario, y en el país.

Desde sus comienzos, el nombre de Newell’s estuvo relacionado con el buen fútbol. En una época donde la táctica era principalmente regulada por el buen pie de los jugadores que participaban de los encuentros, los viejos muchachos rendían homenaje a Isaac Newell deleitando a sus seguidores durante un amateurismo plagado de títulos y victorias memorables ante el rival de toda la vida. Como si cada match fuese una ofrenda a ese viejo de bigotes, se dio lugar a otro hito poco común (o único, quizás) en la historia del futbol de estos lares: una institución que lleva el nombre de su “casi” fundador, o de su maestro inspirador. En una rara y mágica mezcla de agradecimiento por la educación y la deportividad de aquellos viejos muchachos de Newell (o también, “Graduados de Newell”, término de la época para las palabras OLD BOYS) para quien fuera el creador del Colegio Comercial Anglicano Argentino. El primer establecimiento educativo de la ciudad donde no era requisito indispensable pagar la cuota para estudiar.


Comienza la era profesional y con ella comienzan épocas de altibajos, tardes de alegrías y victorias heroicas eran secundadas por derrotas dolorosas que no permitían concretar un sueño que recién maduraría con sabor a títulos en años mas cercanos a los nuestros. No es menor tampoco el saberse contemporáneo a esa época dorada donde la Lepra logró sentarse en la mesa de los denominados grandes, se ganó el respeto del mundillo del balompié y cambió el futbol argentino para siempre.

El virtuosismo de finales del 80 sumado a la movilidad y la fiereza que irrumpió en principios de los 90’ fueron dandole a Newell’s un estilo de juego reconocible que increíblemente fue desaprovechado por quienes manejaron los destinos de la institución durante mas de una década. Así fue como clubes que miraban impávidos el andar y la forma de trabajar (desde las bases hasta la primera) del Rojinegro comenzaron a copiar y a mejorar, y por ende a recorrer un camino del cual la Lepra se fue apartando por el peso propio de sus errores dirigenciales. Velez, Estudiantes de La Plata y Lanus, entre otros, son hijos directos de una metodología de trabajo que cambió las reglas del juego reinantes de la época. Y son ellos, hoy, quienes se relamen en las mieles de un éxito forjado por nosotros.

Desde la ideología de Don Isaac Newell, un formador incansable, hasta los días que vivimos hoy, Newell’s se sabe en vías de reconstrucción. Esa reconstrucción que solo puede darse al mirarse al espejo, recordar lo que alguna vez fue, reinventarse el alma, aggiornarse el espíritu, adaptar las metodologías a este fútbol de hoy en dia, pero sin olvidar su esencia. Esa esencia que desde principios de siglo tiene una idea rectora: siempre ser protagonistas del deporte en el que somos pioneros.

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